El domingo nos levantamos y después de hacer un poco el ganso decidimos bajarnos a ver a los titos de Almuñécar. Me tenían preparada una piscina para que me refrescara, un detallazo por su parte.
Yo creo que estaban interesados en ver este cuerpecito serrano que tengo. Y no es por nada, pero es que "estoy muy bueno".
Después del baño, comida en la terraza con el gato acechándome y después mi siestecita, que no perdono estemos donde estemos. Y como me levanto con buen humor siempre pues nada a jugar un rato con los trompos del tito Ramón, y él venga a hablarme de un teorema de un tal Arquímedes o qué sé yo quién (es que esos temas todavía no son de mi agrado, más adelante, ya hablaremos)
Y como he hecho del gateo un arte y me desplazo como si estuviera en una misión secreta, arrastrándome cual cocodrilo, lo siguiente es levantarse. A mi madre la tengo un poco agobiada, porque es que utilizo cualquier cosa para ponerme de pie aunque se me olvida que después siempre hay un porrazo. Y a parte de levantarme, trepo y voy de sillón en sillón como si fuera Spiderboy. Y como tenía un buen público, pues aproveché para hacer todo lo que sabía.
El día estuvo genial, a Ana no la dejé estudiar pero tampoco es que lo necesite demasiado.
Lo peor la vuelta. Tardamos dos horas y media de Almuñécar a Granada. ¡Casi como ir a Sevilla!
No hay comentarios:
Publicar un comentario